No creo
que nadie pueda dudar a estas alturas que la independencia de Catalunya – más
allá de las incertidumbres y nubarrones que pesan hoy sobre el escenario- se ha
convertido en una reivindicación de éxito y el independentismo catalán en el
movimiento social más importante de Europa en los inicios del siglo XXI.
Como
sucede con todos los fenómenos sociales importantes se trata de una realidad
muy compleja, que responde a factores muy diversos y complementarios entre sí.
Para analizarlo y comprenderlo no sirven ni los simplismos ni los estereotipos
al uso. Y sobran los fundamentalismos de todo tipo.
Desde
hace tiempo vengo sosteniendo que el independentismo catalán además de otras
causas y factores desencadenantes tiene mucho de respuesta local a una crisis global.
La provocada en nuestras sociedades por una globalización sin reglas, derechos
ni contrapesos sociales que ha golpeado a los estados nacionales y a su
soberanía política. Y que ha sumido a la ciudadanía en un estado de
desconcierto en relación al presente e inseguridad respecto al futuro.
En este
contexto de debilidad de las sociedades frente a los mercados globales, cada
comunidad política ha reaccionado buscando respuestas, casi siempre simples y
simplistas, a problemas muy complejos. Basta dar una mirada a como han
reaccionado los diferentes países europeos en los últimos años. Y no solo me
refiero al Brexit.
En el
caso de Catalunya esta respuesta ha sido la reivindicación de independencia, que
ha venido a ocupar el espacio político abandonado por el conflicto social. Durante
el siglo XX la “lucha de clases” en sus diferentes modalidades y expresiones
del conflicto social actuó como el eje sobre el que se articularon las
sociedades y la política.
Ante la pérdida
de centralidad del conflicto social y de las utopías que se construyeron
durante el siglo XX, una parte importante de la sociedad catalana, para
responder a esta orfandad y para recuperar la “seguridad” perdida, se ha
refugiado en la “única utopía disponible”. Así ha calificado la socióloga Marina Subirats al
independentismo.
Respetando,
por supuesto, la legitimidad de la independencia como opción e incluso
admirando su capacidad movilizadora, discrepo sobre su caracterización de utopía
disponible. Mi opinión es que más bien se trata de una distopía, en la medida
que puede provocar el efecto contrario al que persigue. Sobre todo porque
pretende construir el futuro a partir de realidades propias del pasado, los
estados nacionales. Ciertamente nada aparece y desaparece de golpe, todo es mas
lento y complejo, pero la tendencia parece hoy evidente e irreversible.
Para
hacer frente al poder casi absoluto de los mercados globales lo que necesitamos
no son más estados nacionales. Cada frontera nacional es hoy una oportunidad de
“dumping” laboral, social, fiscal de los mercados y las grandes
transnacionales. Aceptando que no es fácil deconstruir las fronteras levantadas
por los actuales estados nacionales en los dos últimos siglos, el futuro no
puede pasar por construir nuevas fronteras que ofrezcan más oportunidades de
dumping social a los mercados globales.
En los
siglos XIX y XX las fronteras tuvieron como función reforzar las soberanías
nacionales, sobre todo para proteger el desarrollo de las burguesías locales y
sus negocios. Hoy las fronteras políticas, sin fronteras económicas, refuerzan
el poder de los mercados globales y el capitalismo transnacional hegemonizado
por el capital financiero.
Quizás ha
llegado el momento de que nos planteemos una nueva utopía para el siglo XXI y
la hagamos creíble y por tanto disponible para la sociedad. La mía es la utopía
europea. Soy consciente que aún es muy débil, sobre todo si se la compara con
las utopías nacionales que tiene detrás suyo un “demos” potente y una historia
compartida e intensa.
Frente al
desconcierto siempre es más fácil buscar refugio y encontrar sensación de
seguridad en aquello conocido que en lo que aún está por construir, incluso aún
esta por imaginar.
No es la
primera vez que eso sucede en la historia. De hecho este reto se le ha presentado
a la humanidad cada vez que se han producido grandes cambios de época y este lo
es. Estaría bien recordar que las primeras reacciones sociales ante el impacto
de una industrialización que, como ahora la globalización, provocó un aumento
brutal de las desigualdades, fue mirar y refugiarse en el pasado. Y que
debieron pasar muchos años para acuñar y consolidar respuestas útiles. Así
pues, nada nuevo bajo el sol.
Soy
consciente que cuesta ver en Europa una utopía disponible, sobre todo si solo
ponemos las luces cortas. Especialmente ante los esfuerzos que hacen los
estados nacionales y sus tecnocracias para responsabilizar de todos nuestros
males a una realidad, hoy políticamente irresponsable, como Europa. Cuando en
verdad se trata de las consecuencias de decisiones y políticas adoptadas en los
espacios intergubernamentales construidos por los propios estados nacionales.
Quizás ha
llegado el momento de poner las luces largas que nos permitan ver un poco más
allá de nuestras propias narices. Si lo hacemos, igual seremos capaces de construir
la utopía disponible para el siglo XXI. Cuanto más tardemos en ponernos en
marcha, más tiempo estaremos sometidos al aplastante dominio de los mercados
globales y a la falsa ilusión de combatirlos con respuestas del pasado.
9 comentaris:
COSCU: Soy Paco LLobet. Me gustaria hablar contigo un dia que vaya por Hospitalet a ver a mis hijos y nieto. Te agradeceria me mandases tu contacto. Mi teléfono es el 629771411. Un abrazo y felicidad en tu nueva etapa. Te echare de menos al observar el Parlament.
De acuerdo con muchas partes del articulo. Falta una pieza. ¿Para llegar a Bruselas hace falta pasar por Madrid?
En la vida cuantas menos vueltas se dé para llegar a donde se quiere ir mejor. Pero ojito con los atajos que a veces no llevan a ninguna parte. A la India se puede llegar via México, pero es más rápido avanzar hacia Levante.
Y referido a la UE, de momento es un espacio compuesto por estados, no por ciudadanos. Intentar que desaparezcan o se diluyan las fronteras creando nuevas fronteras es cuanto menos complicado y contradictorio. Intentar crear un espacio de cooperación federal creando más competitividad entre estados viejos y nuevos no creo que resulte. Intentar que estados que están a la defensiva ante el acecho que creen recibir de todas partes, reconozcan a nuevos estados a partir de la secesión no parece ser un camino de rosas. Quererlo hacer contra la fuerza de la gravedad política y contra el principio de la realidad, entra en el terreno de la ficción.
Corre a enseñar tu voto para mandar a gente a la cárcel. Vergüenza!!
Precisamente en esa utopía sobran los estados. Me parece mejor una europa de las naciones unificada en una institución democrática europea.
Mi utopía la iberia y de ahí a la Europea...
Como reflexión me parece correcta.
Ponerlo en práctica ya lo veo más difícil.
Cordialmente, pero discrepo de que “Para analizarlo y comprenderlo no sirven ni los simplismos ni los estereotipos al uso. Y sobran los fundamentalismos de todo tipo” Los nacionalismos son ideologías fundamentalistas que crean modelos mentales integristas y centrípetos. Similares a las religiones: ante las sobrenaturales, el nacionalismo es la religión infranatural. Integristas y centrípetas porque todo conduce y se encierra en el dios, sea sobrenatural, sea infranatural, la nación. Creada la ideología, el nacionalismo, visten al santo, la nación. Y con la misma estructura ideologica: dios, pueblo, mártires, apostoles, fiestas de guardar, flores a María, credos y cánticos ... y, al final fe y voluntad. Con las primeras llevamos siglos siendo súbditos de fantasmas, con las segundas sólo desde el momento de la Revolución Industrial (RI), pero ambas son las que más perjuicios de todo tipo han infringido a las personas. En el s XX los nacionalismos han hecho las mayores matanzas de la historia. Esos modelos mentales son difíciles de ventilar, máxime si crean todo un ecosistema informacional y cultural que los refuerza. Y en ello están. Durante la RI, las burguesías transformaron el nacionalismo romántico para adaptarlo al ámbito político y aplicarlo para desviar, torear, embaucar a los obreros que se movilizaban en aquellos tiempos. Aquí la importó Prat de la Riba. Es por eso que los nacionalismos arraigaron allí donde había una cierta burguesía. En España hay otros lugares, ademas del vasco y el cat, que tienen idioma, dialectos y culturas propias y bien diferenciadas, pero no arraigó porque no tenía a sus impulsores-beneficiarios: el clero, la casta catalana, las 400 familias que decí el otro. Y las personas de izquierdas marxistas y anarquistas, si somos consecuentes, somos ateos. No deberíamos centrarnos en ellos, seguirles el juego. Deberíamos enfocarnos en las personas, máxime cuando tanto lo necesitan, máxime cuando las religiones sirven para torearlas, Ni rezar tanto, ni hablar tanto de los dioses, sino de qué, cómo arreglar la situación de las personas, en soluciones. Na izquierda está para la gente, no para los dioses que buscan su trozo de pastel y de rebaño al que ordeñar. ¿O el nacionalismo emancipa a las personas? Éstos ni en su cielo, su tierra prometida.
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