Una vez mas la
astucia procesista es la protagonista de la política catalana. En una
declaración institucional grandilocuente y cargada de altisonantes palabras el
President del Parlament ha anunciado la suspensión del Pleno en el que debía
votarse la investidura del candidato Puigdemont.
El tono, las
trascendentes palabras utilizadas y su voluntad de aparentar firmeza
presagiaban, desde el minuto cero, que después de la autoafirmación de
resistencia llegaría la dosis de realismo. Una vez más se ha vestido de épica
lo que en realidad es una decisión forzada por el Tribunal Constitucional, la
renuncia a la investidura de Puigdemont.
Quizás este era
el único margen de que disponía Roger Torrent, pero su astucia ha sido un
“revival” de la misma jugada, repetida mil veces por el procesismo. Sin que en
estos momentos sepamos para que se va a utilizar el tiempo muerto conseguido
con el aplazamiento.
La astucia ha
sido una de las fortalezas del movimiento independentista, quizás su principal
activo, para mantener viva la ilusión en permanente mutación. Es la clave de la
granítica resistencia del independentismo al paso del tiempo, al duro conflicto
con el estado y a la represión ejercida por sus instituciones. Y sobre todo lo
que le ha permitido ser inasequible al desaliento del contraste con la
realidad.
La astucia ha
sido utilizada por el procesismo con un triple objetivo. Mantener viva la
ilusión del independentismo en la gran ficción de la DUI; intentar “burlar” al
estado español; y librar una soterrada batalla entre CDC y ERC – que ya dura
quince años- por la hegemonía del espacio nacionalista.
Con la imposición
del artículo 155 dio la sensación que el independentismo iba a dar por
terminada la etapa de uso y abuso de la astucia. Fueron los días en los que se
apunto una incipiente autocrítica por la ingenuidad de la DUI y la suicida
ignorancia de la fuerza represiva del estado. A ello contribuyó la entrada en
juego de las “togas” y sus graves consecuencias para las personas encarceladas.
Pero este espejismo duro solo una horas, las que necesitaron los intelectuales
orgánicos del “procés” - que lo mangonean sin arriesgar nada en ello- y los
medios de comunicación procesistas para cerrar las ventanas a la realidad. La
marcha de Puigdemont a Bruselas abortó definitivamente este incipiente ataque
de realismo.
La astucia
anunciada por Roger Torrent parece destinada únicamente a que ERC pueda mover
pieza en el perverso y suicida juego del “gallina” que llevan protagonizando
Puigdemont y Junqueras en los últimos años. Como en la película “Rebeldes sin
causa” en la que dos vehículos avanzan hacia el precipicio hasta que uno de los
dos conductores, el gallina, frena primero y pierde la apuesta.
Exactamente así
se han comportado PdeCat y ERC en los últimos años y es lo que en parte explica
que Puigdemont no convocara el 26 de octubre las elecciones anunciadas. Ante el
temor de ser acusado de traición, nadie se atrevió a decirle a las personas
ilusionadas con la DUI exprés que todo había sido una gran ficción alimentada
por la astucia.
Después del 21D
el juego del “gallina” continúa porque los resultados obtenidos por el
independentismo han sido interpretados por algunos no como una mayoría para
gobernar sino como una nuevo aval a la ficción de la república catalana
proclamada unilateralmente. Con una diferencia, quienes el 26 de octubre
repartían acusaciones de traición, entre 155 monedas de plata, hoy son acusados
de arrepentimiento.
No me atrevo a
hacer predicciones sobre lo que pasará en los próximos días, pero tengo algunas
intuiciones que me atrevo a compartir.
Todo apunta a
que, a pesar del emplazamiento astuto de Torrent, el Tribunal Constitucional no
modificará su posición. Que una interpretación flexible de la legislación por
parte de los Letrados del Parlament permitirá a la Mesa ampliar el período para
una nueva investidura con nueva candidatura sin necesidad de ir a nuevas
elecciones. Hay tiempo y margen, otra cosa es saber para que se va a utilizar.
Se mantiene la
incógnita de hasta donde querrá forzar la maquina Puigdemont, que hoy se siente
fuerte para doblarle el espinazo a ERC. Aunque lo parezca la situación no es
exactamente la misma que en octubre pasado. Ahora ya es evidente la
contundencia represiva con la que es capaz de responder el estado y nadie puede
alegar ignorancia.
Forzar la maquina va en contra de los esfuerzos que están
haciendo las personas encarceladas para recuperar la libertad y aunque la
responsabilidad de mantenerlas en prisión siempre será del magistrado
instructor, mantener el pulso con el estado puede ser la coartada legal para
argumentar el riesgo de reiteración delictiva y mantener así la prisión
provisional. Los costes personales serian muy elevados a cambio de nada.
En estos momentos
puede existir un pequeño resquicio por el que salir de este círculo vicioso en
el que nos han metido. PdeCat y ERC deberían de una vez por todas socializar el
coste de explicarle la realidad al independentismo. Y si Puigdemont no esta
dispuesto a ello, ERC deberá decidir si asume el coste de hacerlo en solitario
a costa de que le cuelguen el sambenito de “gallina del procés”. Estoy seguro
que las fuerzas políticas que, desde fuera del independentismo, han apostado
por tender puentes le facilitarían ese tránsito. Solo así será posible iniciar
un enfriamiento del conflicto y comenzar a pensar en pactar el desacuerdo.
Condición imprescindible, aunque no suficiente, para salir de este inmenso
empantanamiento.