Que
mis amigos no sufran, ni he caído en manos de la “cofradía
de los brotes verdes”
ni estoy atrapado en la “secta
de la mentira compulsiva”.
Pero, al finalizar un año que ha sido muy duro en todos los
aspectos, siento la necesidad de hacer una lectura alternativa del
2012.
Un
año que comenzó con un
monumental engaño,
perpetrado por el PP y su Brunete mediática: “Con el cambio de
gobierno, todo irá a mejor”. Tanto lo repitieron que hasta
terminaron creyéndoselo. Estos doce meses están preñados no sólo
de grandes injusticias en el reparto de los ajustes sino también de
los engaños y las mentiras con las que sistemáticamente ha actuado
el gobierno Rajoy.
No
se trata sólo de los vergonzosos
incumplimientos de su programa electoral por parte de Rajoy.
Según Feijoo, parece que lo importante no es cumplir con los
compromisos sino con el “deber”, se supone que supremo. También
de los reiterados engaños perpetrados en las comparecencias
parlamentarias, en las ruedas de prensa de los viernes, posteriores
al Consejo de Ministros. Trampas,
engaños, mentiras, medias explicaciones, normas ocultadas
hasta que salían publicadas el sábado en el BOE –pero para
entonces los titulares ya habían fijado la agenda política del fin
de semana-. Lo que el PP ha hecho, votando –vicepresidenta y
ministros incluidos- un 30 de octubre a favor de la moción
presentada por Izquierda Plural (IU, ICV-EUIA, CHA) a favor de la
revalorización íntegra de las pensiones del 2012 y sólo 30 días
después acordar exactamente lo contrario en el Consejo de Ministros,
merece pasar al Libro
Guinness del fraude político.
El
que debía ser el año de la recuperación económica y del empleo,
ha sido el año de la cronificación
de la recesión y del incremento del desempleo.
La reforma laboral para el empleo ha terminado siendo lo que siempre
fue, una contrarreforma laboral facilitadora del despido, generadora
de más precariedad e incentivadora de la reducción de salarios.
He
tenido oportunidad en el “Bloc del Coscu” y en las intervenciones
parlamentarias de desgranar la acción de gobierno y mis/nuestras
opiniones y propuestas alternativas al respeto.
A
estas alturas ya es evidente que el 2012
termina con más desempleo, menos protección social, salarios más
bajos, un espectacular incremento
de las desigualdades sociales y un aumento de la pobreza que aparece
no sólo en indicadores sociales sino en imágenes cotidianas de
nuestra sociedad, que creíamos olvidadas para siempre.
Como
sucede en este tipo de crisis, los poderes económicos no han querido
perder su oportunidad para imponer contrarreformas en el modelo
social. El programa
máximo del “ultraintervencionismo de clase”, disfrazado de
liberalismo, ha sido
impulsado por el PP en el terreno de las relaciones laborales, los
derechos sociales, el sector público. Destacan los intentos de
debilitar la política, las organizaciones sociales y sindicales y en
general los movimientos sociales. Cambios legislativos que nada
aportan a la salida de la crisis, pero que son muy útiles para
acabar con los contrapoderes sociales imprescindibles para que una
sociedad pueda considerarse democrática.
El
manoseado programa “reformista” de Rajoy es todo menos
reformista, más bien es reaccionario.
La ofensiva, entre otros, de los ministros de Justicia y de Educación
en materia de derechos pone de manifiesto la necesidad de cohesionar
ideológicamente al núcleo duro del electorado de la derecha. No en
vano, España es de los
pocos países de la UE donde no existe una oferta política
específica de la extrema derecha, porque estos sectores sociales se
sienten muy cómodos en las políticas del PP.
Sin olvidar la vuelta a políticas de anti-sostenibilidad en la Ley
de Costas y política energética.
A
pesar de este balance negro para la mayoría de la ciudadanía y para
la democracia, el 2012
ha tenido momentos y situaciones que llaman a la esperanza.
Cuando
la crisis es tan dura y sus efectos tan dramáticos, el miedo
se apodera de las personas. Cuando un gobierno con mayoría absoluta
impone sus políticas, semana tras semana, el riesgo de la
resignación
es grande. Cuando la ciudadanía comprueba que las informaciones o
propuestas alternativas tienen muchas dificultades en abrirse paso,
el riesgo de que la frustración
se apodere de la gente es real. Cuando desde el poder se lanza una
campaña de desprestigio de todo lo colectivo, los riesgos de caer en
el individualismo
del “sálvese quien pueda” se incrementan por encima de los
estándares propios de la condición humana. Cuando se criminaliza y
persigue a movimientos sociales el riesgo de la parálisis
social es fuerte.
Y
a pesar del riesgo de que el miedo, la resignación, la frustración,
el individualismo y la parálisis social se apoderarán de la
sociedad, esto no ha sido así.
De
aquí mi referencia a la esperanza. No
es la esperanza de que las políticas de austeridad salvaje nos
saquen de la crisis. No
es la esperanza de que algún tecnócrata aplique un milagroso
programa de reactivación.
Es
la esperanza que nace de los comportamientos sociales que durante
estos años, y especialmente el 2012, se resisten a tirar la toalla y
han plantado cara.
Es
la esperanza que me generan las muchas expresiones de resistencia,
solidaridad y rebeldía social que también han estado presentes en
el 2012. En ocasiones
ocultas bajo el alud de desastres que nos ha sepultado, pero que
siempre han conseguido emerger.
Comenzando
por las PAH, que han
construido espacios de solidaridad, acompañamiento ante el
sufrimiento, lucha ideológica contra el sistema y soluciones
para las familias afectadas por los desahucios. Una experiencia
propia de momentos excepcionales y que en ocasiones recuerda los
inicios del movimiento obrero y su capacidad para ofrecer al mismo
tiempo ayuda mutua y movilización social.
2012
ha sido también el año de la confluencia de sectores sociales
que en ocasiones se miran con recelo y han visto en la movilización
social, puntos de encuentro y coincidencias. Ha
sido también el año de dos huelgas generales, exitosas,
a pesar de las dificultades objetivas y de las campañas en contra.
Huelgas que en algún momento han posibilitado la confluencia de
muchos sectores sociales afectados por la crisis y las políticas de
austeridad. Ha sido
también el año de la exigencia de regeneración democrática
y de un proceso constituyente que siente las bases de una democracia,
que sin un “demos” fuerte, es débil frente al poder.
2013
puede ser en el terreno económico y del empleo tan duro o más que
el año que termina. Nuestro reto es mantener la esperanza que hay
otras alternativas distintas a la de la austeridad injusta, salvaje y
suicida. Para ello el 2012 nos ha dejado algunos mimbres y por eso mi
llamada a la esperanza.